martes, 6 de diciembre de 2016

Convocatoria a Asamblea General de la Agrupación Galaica, Domingo 11 de Diciembre de 2016 a las 10:00am




Se convoca a todos los integrantes y simpatizantes de la Agrupación Galaica, a una Asamblea General de nuestra Organización, que se efectuará el próximo domingo 11 de Diciembre, en el salón de cartas, en el piso 1 del edificio de La Martina, de la Hermandad Gallega, a las 10:00am. con los siguientes:

Puntos a tratar:

1. Lectura del acta anterior.
2. Definir la participación de la Agrupación Galaica en las elecciones para el periodo 2017-2019
3. Asuntos varios.

Tu asistencia es muy importante

domingo, 4 de diciembre de 2016

Convocatoria a Asamblea General de la Agrupación Galaica, Lunes 5 de Diciembre de 2016 07:00pm





Se convoca a todos los integrantes y simpatizantes de la Agrupación Galaica, a una Asamblea General de nuestra Organización, que se efectuará el próximo lunes 5 de Diciembre, en el salón O Muiño, de la Hermandad Gallega, a las 07:00pm con los siguientes:

Puntos a tratar:

1. Lectura del acta anterior.
2. Definir la participación de la Agrupación Galaica en las elecciones para el periodo 2017-2019
3. Asuntos varios.

Tu asistencia es muy importante

martes, 22 de noviembre de 2016

Invitación a la fiesta de fin de año, 26 de Noviembre de 2016


      A todos nos afecta la situación actual, marcada por la inseguridad y el alto costo de la vida, entre otros factores, que, mejor no comentamos. Vemos con preocupación, como nuestros amigos y conocidos se alejan de nuestra casa, la Hermandad Gallega.


      Es necesario buscar los espacios de tiempo y lugar para el reencuentro con esos amigos que no vemos con frecuencia. No siempre resulta fácil, a veces, por más que lo intentamos, algún obstáculo lo impide. Otras veces, aquel amigo que buscamos, se fue y ya no será posible ese esperado reencuentro.

     Este sábado 26 de noviembre, los Galaicos y sus amigos tendremos un momento para compartir y despedir 2016  en familia y con los amigos, con armonía y reafirmando los lazos de amistad que nos caracterizan.

     No dejemos pasar esta excelente ocasión de revivir buenos momentos y de hacer votos con optimismo por la venida de mejores tiempos.

    Todos sabemos que hacer una reunión, por sencilla que sea, resulta costoso y a veces se escapa a las posibilidades de nuestro presupuesto. Actualmente, cada uno de nosotros tiene prioridades que son insoslayables, especialmente en esta época del año, donde los gastos se acumulan, con los preparativos para las festividades navideñas, los regalos, los estrenos, etc. etc. etc. Por eso, en la Agrupación Galaica hemos pensado en hacer una celebración a la medida de todos, en la cual no se cobre entrada, ni por lo que los invitados consuman, imponiéndoles un menú de comidas y licores que no siempre son del agrado de todos.

    Esta vez, los invitados decidirán lo que van a consumir en la fiesta, y podrán traer las bebidas y la comida que deseen. Nosotros ponemos el hielo y la música. Los refrescos y el agua mineral se venderán por su precio.

         No olviden traer sus platos, vasos y cubiertos.

    Pueden invitar a sus amigos, en cuyo caso, hágannos llegar su nombre, cédula y los datos de los vehículos al correo: agalaica@gmail.com.


        Los esperamos. 


jueves, 17 de noviembre de 2016

Convocatoria a Asamblea General de la Agrupación Galaica, Domingo 20 de Noviembre de 2016 10:00am.





Se convoca a todos los integrantes y simpatizantes de la Agrupación Galaica, a una Asamblea General de nuestra Organización, que se efectuará el próximo domingo 20 de Noviembre, en el salón O Muiño, de la Hermandad Gallega, a las 10:00am con los siguientes:

Puntos a tratar:

1. Lectura del acta anterior.
2. Definir la participación de la Agrupación Galaica en las elecciones para el periodo 2017-2019
3. Informe de las actividades de nuestra Organización con  motivo del fin de año 2016.
4. Asuntos varios.


Tu asistencia es muy importante

domingo, 30 de octubre de 2016

El Consejo Directivo convoca Asamblea General de Socios Para un nuevo aumento de Cuota Social


La Junta Directiva de la Hermandad Gallega está convocando a una Asamblea General de Socios, con la finalidad de solicitar su aprobación para aumentar la base de cálculo en Unidades Tributarias y elevarla Bs. 6.000,00.

El Consejo Directivo justifica la necesidad del aumento basándose en el aumento de salarios y bono de alimentación decretado en Septiembre de 2016 y cuyos fondos no están contenidos en el presupuesto aprobado para el presente ejercicio.
Hasta ahora no se sabe si habrá cambios en la cuota propuesta, por cuanto las cifras manejadas por la Comisión de Contraloría y Finanzas no habían considerado el nuevo aumento de salarios y bono de alimentación decretado a partir del 1 de Noviembre.

A continuación el texto de la convocatoria:

De acuerdo al Artículo 26 Aparte "D" de los Estatutos Sociales, se convoca a los Señores Socios con derecho a voz y voto, para la Asamblea General de Socios, que se realizará en la Sede de Maripérez, Teatro "Rosalía de Castro", Av. Augusto Cesar Sandino con Avenida Andrés Bello, el día Lunes 31 de Octubre de 2016, a las 6:30 pm en Primera Convocatoria y a las 7:30 pm. en Segunda Convocatoria, para tratar el siguiente

ORDEN DEL DÍA

1.-Lectura y aprobación del Acta anterior
2.-PUNTO ÚNICO: Considerar, deliberar y resolver sobre la propuesta que haga el Consejo Directivo con relación a la modificación de la base aplicada a la Unidad Tributaria, para determinar el monto de la Cuota Social.

3.-Asuntos varios



sábado, 27 de agosto de 2016

Fallecimiento de Jackelyne Salazar de Sousa



Agrupación Galaica, Plancha 1


El Presidente y demás integrantes del Comité Coordinador, sus miembros y simpatizantes, se unen al dolor que embarga a la familia Sousa-Salazar, por el sensible fallecimiento de la señora:


Jackelyne Salazar de Sousa
D.E.P.



Quien falleció trágicamente a los 56 años de edad en la ciudad de Caracas, el 23 de Agosto, Por lo que enviamos nuestras más sentidas palabras de condolencia por tan irreparable pérdida a su viudo José Sousa Gómez, sus hijas Andrea y Diana Patricia y demás familiares y amigos.
.

Paz a su alma.


Caracas, agosto 27 de 2016.

miércoles, 27 de julio de 2016

Discurso de Antonio Piñeiro Feijóo en el día de Galicia - 25/07/2016



La emigración: Un camino de ida y vuelta con esperanza al final - Antonio Piñeiro Feijóo
Hermandad Gallega de Venezuela 25/072016

LA EMIGRACIÓN: UN CAMINO DE IDA Y VUELTA CON ESPERANZA AL FINAL
Buenas tardes:
Antes de nada, pido permiso a todos para colocar en este primer lugar de los agradecimientos previos a Manuel Álvarez Quiroga, memoria vida de esta Hermandad, sin cuya tenacidad pueden estar bien seguros, estimados convecinos, de que yo no estaría ahora aquí, en este tan simbólico escenario.
Son muchos más, los agradecimientos debidos que personalmente tengo con Quiroga, puesto que sin su imprescindible colaboración desde esta ciudad, tampoco en su momento –hace 16 años ya- me hubiera sido posible haber publicado el libro “Pepe Velo, pensador, soñador e mestre revolucionario”, que de una u otra forma es la razón de base por la que él propuso mi nombre en su día al grupo A Galaica y que, posteriormente, la Junta Directiva de la Hermandad acogió de tan buen grado.
Moitas Gracias, querido Manolo, non xa só por ter pensado en min, senón por ser o máis leal embaixador de Celanova no mundo.
Gracias también, pues, a la Agrupación A Galaica por haber recogido la propuesta de Manolo Quiroga y haber “consumido” –digámoslo así- su turno de selección para orador de orden de este año, con mi humilde persona.
Y gracias, por supuesto, a la Junta Directiva (a la joven Juan Directiva de la Hermandad, debería decir), por haber tomado el testigo de la Agrupación Galaica con el entusiasmo que sé que recogieron y, sin solución de continuidad, llevar a cabo las gestiones pertinentes para poder viabilizar mi viaje hasta Caracas, en unos momentos en los que, tanto aquí como allá, este tipo de iniciativas son tan complicadas de hacer realidad.
En este sentido, el nombre de Antonio Rodríguez Miranda, el Secretario Xeral de Emigración de la Xunta de Galicia (a quien ustedes conocen bien por las muchas veces que se que los ha visitado), no puede permanecer ajeno a estos agradecimientos, porque gracias a la financiación del viaje por parte de su departamento es, fundamentalmente, gracias a lo que he podido acabar saltando ese Océano Atlántico tan familiar para ustedes.
El pasado día 21, cuando me disponía a colocarme a la cola para llevar a cabo el embarque en la T4 de Barajas, con el teléfono le hice una fotografía a la pantalla que ponía “Iberia 6673 Caracas” y con ella le envié un mensaje en el que simplemente le escribí: “Aínda non tivera oportunidade de agradecerche a viaxe”
Su contestación fue también corta y sé que muy sincera. La transcribo aquí porque creo que es de justicia que la conozcan, pues a veces parece que los políticos son seres sin alma (les ruego que en estos momentos no le pongan cara a ninguno de los de aquí), que cuando llegan a algún lugar semejan ir con el piloto automático puesto y, sin embargo, los hay como Antonio Rodríguez Miranda que desbordan sinceridad y afecto: “Boa viaxe –me puso-. Disfrútao con eles, que te esperan con moito agarimo e necesitan estas visitas! Unha aperta.”
Soy consciente de que este tiempo dedicado a los agradecimientos puede ser tedioso y, muchas veces a mí desde esa misma posición en la que se encuentran ahora ustedes, incluso me parecen a menudo innecesarios, por meramente protocolarios. Sin embargo, ahora, desde este estrado –ya ven- me parecen imprescindibles, por lo que no quisiera consumirlo sin dejar de hacerme eco de tres consideraciones finales de carácter personal que a modo de anécdota pueden ser ejemplo de lo cerca y lo lejos que con frecuencia podemos estar ambas colectividades –la de aquí y la de allá- si no hacemos un mínimo esfuerzo por cultivar –tal como ahora estoy teniendo yo esta privilegiada oportunidad- nuestras relaciones.
Las dos primeras tienen que ver concretamente con el actual presidente y el secretario de la Hermandad, y la tercera –como no podía ser de otra forma- con mis familiares de “acá”.
En el primer caso, querido Roberto, bien sabes la agradable sorpresa que los dos llevamos –tu aquí y yo allá- al darnos cuenta respectivamente de que uno y otro –otro y uno- éramos los mismos que hace algunos años -cuando tu todavía no eras presidente- compartimos mesa, conversación y unos sabrosos callos, con tu amigo y primo mío, Francisco, y con Carolina –mi mujer- en nuestra casa de Celanova.
En el segundo, querido José Antonio (lógicamente, me estoy refiriendo a José Antonio Alejandro), más que una consideración, lo que debo hacer es pedirte disculpas de nuevo –aunque ya sé que no le has dado importancia- por no haber podido atenderte el pasado verano, cuando por tres veces fuiste al Ayuntamiento de Celanova para visitarme y tuviste que regresar para Caracas sin verme, pensando, tal vez, que debía tener la agenda más ocupada que la del presidente de la Xunta (explicar lo que pasó: yo le había dicho a manolo Quiroga que te acercases por allí, que quería hacerte una entrevista para publicar en La Región y….)
Bueno, y como ya he dicho, evidentemente no podría terminar este largo pero necesario capítulo introductorio sin hacer mención a mi familia caraqueña. Los Canabal Montes y los Montes Álvarez, un ejército con futuro que, si se lo propusiera en algún momento, sólo por el número de efectivos, serían capaces de desalojar Miraflores.
Una familia que, desde que Alfredo y Quiroga me fueron recoger a Maiquetía, me traen –como dicen en la Televisión Gallega- en “padiola” y con los que (tal como le comenté antes de ayer, aquí mismo, en la Hermandad, al representante de la Embajada de España, Jesús Cabezas) estoy recibiendo un master acelerado de venezolanismo.
Un master -ya sin bromas- sobre el día a día de este país que enamora y, porque enamora, duele, al ver transitar su cotidianidad por caminos tan difíciles. Caminos sobre los que estoy llenando pequeñas libretas de notas porque quiero contarlo al llegar a España para que, por lo menos, aquellos que tengan la oportunidad de leerme, se la crean.
Porque, es triste, pero es así. Instalados en nuestra europea comodidad (lógicamente también con nuestros problemas) realmente no somos capaces de imaginar que esté pasando lo que está pasando aquí. Simplemente porque tenemos instalado en la cabeza el dogma de que “Venezuela es un país rico” y, por lo tanto, desde esa perspectiva histórica, por más que lleguen algunos flashes a través de los medios de comunicación, jamás pasamos de preguntarnos retóricamente a nosotros mismos que: ¿Cómo puede ser que un país con tanto petróleo y con tanta riqueza natural, puede estar pasando hambre? Y simplemente nos contestamos: Eso no es posible.
Y, dicho todo esto, no sin dejar de hacerme eco también del enorme cariño que he recibo a lo largo de estos días por parte de toda la colectividad gallega, tanto en esta Hermandad como ayer en Valle Fresco, paso ya a lo que me ha traído hasta aquí, que era, inicialmente, hablarles de Pepe Velo.
Verán….
Si ahora les preguntara a ustedes, cuántos de los que están en esta sala oyeron hablar, alguna vez, de un señor que se llamaba Pepe Velo, ¿cuántos me contestarían que si?
A ver, lo comprobamos…..
Bueno….
Y si les pregunto, ¿cuántos oyeron hablar del buque Santa María?, seguro que habrá muchas más manos alzadas.
¿O no…?
Y, si ahora les hago una tercera pregunta. Es decir, ¿qué relación tienen Pepe Velo, el Santa María y mi presencia en este teatro Rosalía, la cosa ya se complicaría definitivamente?
Pues bien, comenzaré diciendo que Pepe Velo, mejor dicho José (o Xosé, que así firmaba también) Velo Mosquera, fue un emigrante como todos ustedes, al que un día la vida, en tiempos extremadamente difíciles, lo colocó frente a frente con su futuro y le planteó, de forma cruda y descarnada, el gran dilema de quedar o irse.
El gran dilema al que todos y cada uno de ustedes, de la primera generación, tuvieron también que enfrentarse, así mismo, sin ambajes. Dilema que estoy seguro que ahora mismo en muchos casos estarán reviviendo en sus propios silencios.
Pero, Pepe Velo Mosquera no fue –digámoslo así- un emigrante al uso. O, al menos, un emigrante que cumpliese el  perfil tipo que con toda seguridad representan (cada cual con su propia historia personal) la inmensa mayoría de ustedes. O los padres y abuelos, esposas, madres y abuelas de todos ustedes, que también un día de sus vidas, tal vez –quien dice que no- en el Santa María, bajaron las escaleras de embarque en la Guaira sin saber qué les aguardaba al otro lado de ese cerro inmenso y verde cuya altura jamás habían contemplado en Galicia y al que seguramente tampoco le sabían el nombre.
Y digo que no fue un emigrante al uso, porque Pepe Velo no llegó a tener la oportunidad de gestionar un pasaje de barco o un billete de avión en una gestoría de Vigo o A Coruña, o en una consignataria de cualquiera de sus puertos. Pepe Velo tuvo que ser trasladado de noche, un día cualquiera del año 1948, por las aguas del río Miño, entre Creciente y Melgaço, para llegar a Portugal, huido, después de haber pasado casi un año encerrado en una pequeña casa de una aldea de Celanova para no ser descubierto por la Guardia Civil.
“¿Algo haría?” Estarán pensando ahora mismo. Sobre todo, aquellos que nunca habían oído hablar de él.
Y algo hizo, es cierto: No estar de acuerdo con muchas de las decisiones políticas que unos años antes, un general y su ejército tomaron en nombre del pueblo, y por culpa de las cuales tanto se desangró nuestro país en aquellas décadas.
Da lo mismo el signo de la ideología. Da lo mismo, de izquierdas o derechas, cuando los que tienen la sartén por el mango deciden que su voz es la del pueblo. En estos casos hay pueblo que calla, se resigna y trata de sobrevivir en esas circunstancias. Hay pueblo que protesta y vive. Y, a veces, hay una parte del pueblo que decide pasar a la acción y enfrentarse a esas decisiones, consciente de que el enfrentamiento tiene siempre consecuencias.
No me voy a meter ahora en profundidades ideológicas y empezar un relato de buenos y malos. No. No es para esto, para lo que vine. Si no, para mirar con cierta objetividad la historia, porque si uno mira hacia atrás en la historia y lo hace con perspectiva nítida, dado que la historia es cíclica, siempre encontrará un momento en ella que le sirva para leer la actualidad y contextualizarla.
“Nada traigo conmigo. Una maleta vacía, cinco dólares, muchas esperanzas arruinadas y, sobre todo eso, la vocación millonaria de paz y del libertad que nos prohíbe hacernos viejos”.
Tal fue su carta de bienvenida a este país, escrita el día mismo de su llegada a Caracas, a finales del verano de 1948, después -como he dicho- de su obligado cautiverio en un fallado de Celanova, de su periplo portugués, escapando de la policía salazarista y de su salto a este inmenso continente desde Lisboa a través de Nueva York, gracias a un pasaporte de urgencia expedido por la embajada venezolana de aquel  país por intermediación del mismísimo presidente venezolano, Rómulo Gallegos, a quien había tenido la oportunidad de conocer en los días de exilio español del mandatario venezolano.
Una declaración de intenciones, sin duda, que posiblemente no de forma tan poética, pero probablemente con significado semejante ustedes mismos experimentaron en sus entrañas en aquellos primeros días de reconocimiento de un entorno que nada –absolutamente nada- tenía que ver con aquel otro de su pequeña aldea, de su querida villa o incluso de la ciudad gallega de la que provenían.
Una carta de bienvenida, con muchas esperanzas arruinadas –decía-, que, para no extenderme en demasía, trataré de resumir en un episodio que el propio Pepe Velo relataría con el tiempo en un libro todavía inédito que llevaría por título “Muera España. Viva Hespaña”, cuyo título necesita una pequeña explicación previa.
(Explicación del título)
En el capítulo inicial del libro, en el que Pepe Velo explica la dramática situación que vivía España en aquellos primeros años de la postguerra, relata lo siguiente:
“El final de la guerra mundial me sorprendió en la cárcel, aprendiendo un poco más de lo mucho que, por desgracia, tendremos que aprender… Después llegó la libertad provisional y el Consejo de Guerra… Y vuelta a empezar, porque aún había guerrillas… Mi libertad provisional había sido condicionada. Me fijaron la residencia a más de 100 kilómetros del lugar de mis últimas actividades. Di el nombre de mi pueblo natal por si colaba y coló. Allí estaba mi esposa y mis hijos. Diariamente debía presentarme a la Guardia Civil. Aquello era angustioso. Todos mis recursos económicos se habían agotado. En mi pueblo no era posible hacer otra cosa que vivir sobre la pobreza de los viejos. Tenía que buscar trabajo, pero tenía que irme. Elevé un escrito al auditor de guerra de la Capitanía General de Galicia y sin esperar permiso, me trasladé a la ciudad de mi última residencia (Vigo). Tenía allí mi casa. Mi casa de alquiler y los restos de un colegio naufragado que fundara un mes antes de mi deención. No ocurrió nada. Encontrar trabajo se hizo duro. Recibo los primeros ochenta duros al mes por unas clases que dictaba a los hijos de un gerente de ‘Simeón García y Cía’. Mi esposa y mi hijo menor se reunieron conmigo. Conseguí algún trabajo más e hice venir a los otros hijos. Me daba una gana loca de morirme en familia. Todo escaseaba y lo poco que había, andaba por las nubes. Aquello sí que eran platillos voladores.
La España de Franco era pleno estraperlo, un estraperlo totalitario. Se comía harina de maíz de todas las maneras y todos los días. En una oportunidad se ahumaron las sopas. Los niños se negaban a comer aquella bazofia, pero no había otra cosa… ¡Mamá, esto sabe a demonios’, decía mi niña. ‘Yo no como esto, mamá, yo quiero otra cosa’, recalcaba el mayor, que andaba en diez años. La madre los miraba como miran las madres en circunstancias tales, los besaba con ese amor sin bordes que merecen los niños y rompía a llorar. Yo lloraba por dentro, pero las sopas…, las sopas había que comerlas. Había que comerlas, voluntariamente, claro, que para tiranía sobraba la de Franco.
Para el pequeñín había un poco de leche y algunas ‘muestras gratis’ de medicamentos. Una cosa gastrointestinal, lenta, insidiosa, lo tenía hecho un asco desde el día de mi detención. Tenía entonces seis meses, y, criado a pecho, se había desnutrido. Mamara veneno en lágrimas y penas. Ahora iba a cumplir dos años. Dos añitos, raquítico y con fimia pulmonar.
¡Arriba España!, dije muy serenamente y, serenándome aún más, ¡alabado sea el santísimo sacramento del altar! La protesta de los niños continuaba. Me había levantado de la mesa. Hacerles tragar aquello… No, de ningún modo. Me fui a la terraza y regresé con una pinza de madera para prender la ropa. Como pude, presionando las fosas nasales, me puse una en la nariz. Ellos, con esa curiosidad encantadora de los niños, que les hace olvidar la mismísima ofensa del hambre, me miraban, y, pronto, también se las pusieron.
De esta guisa, comenzamos a jugar al espantoso juego de comer y comer cuando no hay que comer. Era el juego de muchos millones de niños españoles. Niños, como nosotros, llenos de hambre y de España, de curas y falangistas, de Mío Cid y de pillos. De divina providencia y de himnos, procesiones y parrandas conmemorativas. De caudillo y de dios bendito. Era el ‘alegre’ juego de las sopas quemadas de harina de maíz y las pinzas de madera. ‘Ahora sí que están bien ricas’, gritaban entusiasmados los pequeños. ¡¡Papá tiene razón… El humo no gusta, sólo huele!’ Ah! Los niños, los niños… qué revolución merecen!
Y jugando a comer, nos dimos un banquete.
Al terminar, les improvisé un cuento. El cuento del lobo, no…. El cuento de la hiena…., tampoco. El cuento de una vez era Franco y… España… y todos los niños se morían de hambre…”
 “Al día siguiente –continúa relatando Velo-, alguien había dejado una citación por debajo de la puerta. Traía el escudo del ‘gallo’ imperial y el yugo y las flechas del ‘buey’ español. De heráldica siempre anduvimos como dios (…) Debía personarme en el juzgado militar número dos. Ya está, me dije, ahora verás cómo te meten en chirona por correspondencia…, porque aquello apestaba a cárcel.”
Y, entonces, decidió marcharse:
“El que suscribe se salvó por tablas. Una modestísima obrera me pasó el dato y, en el mismo instante, pretextando un accidente grave que nadie había sufrido, me despedí de los alumnos, ‘Vuelvan mañana o pasado a ver si ya pude regresar’. Hace 14 años de aquello (esto está escrito en 1962) y aún no pudo ser. De veras que lo siento…”
Y así, de esa forma tan trágica, se convirtió Pepe Velo, en un emigrante más en Venezuela.
Un emigrante que, en este caso si al uso, tuvo que ponerse a trabajar, igual que todos ustedes, para poder ganar el pan con el sudor de su frente y poder, con ello, traer a su familia –su mujer Jovita y sus tres hijos, Lino, Manuela y Víctor- desde Celanova.
Y lo hizo en lo único que sabía hacer, que era en su condición de maestro. El mismo maestro que aquel día se vio obligado a engañar a sus alumnos, en Vigo, a costa de poder salvar su vida. Y el mismo maestro que estuvo a punto de ser profesor de Filosofía en la Universidad  Central de Caracas de la mano de Rómulo Gallegos, que fundó la academia “Orto” y que impartió docencia dentro y fuera de las aulas, allí en donde tuvo oportunidad.
Y, lógicamente, como un emigrante más comenzó a convivir con el resto de emigrantes y exiliados políticos que habían elegido este hermoso país para su futuro.
Y, por lo tanto, a hacer exactamente lo mismo que colectivamente todos ustedes han hecho a lo largo de -en algunos casos- más de cincuenta años y, por lo tanto, no voy a cometer yo la desfachatez de venir aquí, desde la lejanía de mi Celanova natal, a contárselo.
Si comentaré, sin embargo, para continuar con el apurado retrato del personaje que me ha traído hasta aquí -sobre todo para los más jóvenes-, algunos apuntes que explican por qué es Pepe Velo, hoy, la figura a glosar y no otro personaje más conocido de la historia de Galicia.
Esto casi me da vergüenza resumirlo, como bien saben muchos, cuando Velo llega a Caracas, la colectividad gallega se organizaba en aquel momento en tres agrupaciones diferentes: El Lar Gallego, el Centro Gallego y la Casa de Galicia. Hecho común en otros muchos países del mundo –ya tendremos oportunidad de comprobarlo- en los que históricamente ha habido y sigue habiendo emigrantes gallegos, por nuestro amor atávico a las parroquias.
Por favor, que nadie se sienta ofendido, pero tanto “acá como acolá” los gallegos somos muy parroquianos y si, por un casual, el destino nos traslada a un lugar en donde no hay parroquias, pues las inventamos y ya está. ¿Qué problema hay?
Pepe Velo se hace socio del Lar Gallego y, como buen currosiano que es, en el Lar Gallego se da cuenta de esa circunstancia de la misma forma que décadas atrás lo había hecho su admirado poeta de cabecera, el también celanovés Manuel Curros Enríquez, en este caso en la cubana ciudad de La Habana.
Por cierto, en mi condición de Secretario de la Fundación Curros Enríquez de Celanova, no puedo menos que manifestar mi agradecimiento, también, porque la biblioteca de esa Hermandad lleve el nombre de nuestro eximio poeta.
Y como Velo nunca fue de esa porción del pueblo que se resigna o que simplemente cubre el cupo de la protesta, sino de acción, se puso manos a la obra y en compañía de otros muchos gallegos (cuya relación sería demasiado prolija ahora aquí, aunque ustedes pueden verla cada día que pasan por la entrada principal de la Hermandad) y comenzó a trabajar sin descanso a favor de la unión de los tres mencionados centros, al frente de la “Comisión Pro-Unidade Galega en Venezuela”.
Siguiendo, eso sí, el ronsel que poéticamente ya había dejado escrito Curros en su “Pola unión” del Centro y la Benéfica habaneros, que en versión resumida dice así:
(….)
Gallegos que me escoitades,
gallegos que a verme vides;
¡hoxe de aquí non saídes
sen facer as amistades!
Das nosas debilidades
o diaño non se ha de rir.
Vámonos todos a unir,
matando rencores cegos;
¡que na unión dos bos gallegos
está da Patria o porvir!
(….)
Y que en su propia versión, en este caso en formato de prosa, dice así:
“Eu son socio do Lar Galego, porque xa o era denantes da fudación do Centro e ti es socio do Centro Galego, polo que for; proti e eu, irmán galego, somos diante de todo galegos, e non hai ningún motivo pra que non nos entendamos. No nome dun grupo de galegos, chegados eiquí despoixa da excisión, invítote a cambiar impresións no lugar que coides máis comenente, encol diste problema que inventou o demo”.

Así, en el mes de junio de 1956 –hace ahora exactamente 60 años-, tuvo la oportunidad de representar a toda la comunidad gallega de Caracas en el Primer Congreso de la Emigración celebrado en Buenos Aires, en donde se dio a conocer al mundo –sin quererlo- como el gran orador y líder intelectual que, además de maestro, fue.
Y así fue -como todos ustedes saben- cómo el 12 de octubre de 1960, Lar, Centro y Casa de Galicia, bajo la presidencia de don Ángel Feijóo González y actuando de secretario don Ramón Jácome Rodríguez –presidente y secretario respectivamente de la Casa de Galicia- finalmente se sientan juntos para  “abrir los brazos a las entidades hermanas y estrechar entre ellos  los lazos de cariño entre los gallegos residentes fuera da nosa querida terriña”, esperando “que esta fusión de las tres sociedades sea beneficiosa para todos los gallegos” y dejando para el final del documento el siguiente párrafo que me gustaría reproducir íntegramente:
“El señor Ángel Feijóo, en nombre de todos los socios del “Lar Gallego”, “Centro Gallego” y “Casa de Galicia, hoy aquí reunidos para la unión de las tres entidades, dice que “es del bien nacido ser agradecido” y pide un fuerte aplauso para quién por muchos años ha luchado por la “Unidade Galega” en Venezuela que hoy se fusiona, y que no es otro que el profesor don José Velo Mosquera”. A continuación, el acta recoge entre paréntesis “(aplausos prolongados, el público en pie).
Es decir, que sólo por esto (no sé si en algún momento su figura u otros aspectos de su figura han llegado a ser glosados aquí) José Velo Mosquera sería merecedor de ser protagonista de algún acto de recuerdo por parte de esta Hermandad –ya sea por mí o hubiera sido por cualquier otro-, sobre todo ahora que estamos transitando por el año 2016, año en que se conmemora el centenario de la fundación de las Irmandades da Fala en A Coruña y en el que también Pepe Velo cumpliría 100 años, de haber logrado llegar hasta aquí.
Como pueden comprender, queridos gallegos de esta Hermandad, entre todos estos apuntes a vuela pluma, la biografía de Velo –de la que probablemente ustedes tengan algunas anécdotas o episodios para mí desconocidos- da para muchísimo más. Si bien, lógicamente, yo no me voy a recrear ahora en ella (prometí no pasar de los 30 minutos y el tiempo se va consumiendo). Lo cual no quiere decir que no me detenga un breve momento en resumir ese otro episodio vital de su trayectoria, que Velo protagonizó en compañía del capitán portugués, Henrique Galvão y del comandante Soutomaior, a bordo del transatlántico portugués Santa María y que ellos bautizaron –en aquellos días de enero y febrero de 1961- como Santa Liberdade, dentro de la denominada operación Dulcinea.
Como estoy seguro de que cada uno de ustedes y de sus familias tiene en su haber emocional una historia personal ligada al Santa María (yo mismo tengo la propia, ya que hoy por hoy estoy casado con quien la mujer estoy casado gracias a que sus padres, José y Lola, se conocieron en un viaje de ida para España en el Santa María) solamente reproduciré unas palabras que acostumbra a repetir con insistencia el hijo menor de Pepe Velo y el único que vive en la actualidad, Víctor Velo (residente en São Paulo), al referirse a su padre: Se puede hablar de la dimensión biográfica de José Velo Mosquera sin citar ni una sola vez el Santa María, pero sería imposible hablar del episodio histórico del Santa María sin mencionar a Pepe Velo”.
Con esa cita de Víctor Velo, y con otra, bastante más enigmática, del propio Pepe, que reprodujo en una carta que escribió, ya en la etapa final de su vida, a su vecino Celso Emilio: “Queimeime, acaso fulgurantemente, en conversas cheas de vida e de imaxinación, en perigosas clandestinidades, por onde queira que me encontrei e nalgunhas accións brillantemente concebidas, medianamente desenvoltas, mal acompañadas e melanconicamente finadas. Espero que a  miña procura resulte certa e así poida facer aínda, no finizo dos anos, algunha cousa pola nosa Galicia e para o parto da “Hespaña” que aínda non naceu”.
Y una más, todavía, para terminar: Un breve retrato escrito por un periodista portugués que también participó en el asalto al Santa María, aquella noche del 21 de enero de 1961, al zarpar de la isla de Curação, Miguel Urbano Rodrigues y que constituye, sin duda, tal vez el mejor perfil que nadie nunca haya hecho sobre su figura:
“Caminante no hay camino, se hace camino al andar...”
O mar estaba bermellizo cando el dixo os versos célebres de Antonio Machado. O día morría nun solpor fermosísimo. Estabamos na ponte de mando do ‘Santa María’ e eu acababa de coñecelo unhas horas denantes. Chamábase José Velo Mosquera e usaba o nome de guerra de Carlos Junqueira de Ambía.
Irradiaba serenidade e paz coma as augas do Atlántico. Semellaba un sensible e tranquilo conductor de homes. A toma do ‘Santa María’, -o primeiro dos grandes secuestros internacionais de naves- non significaba para el o mesmo que para os demais. Machado afirma que as dificultades supéranse só pola acción.
Poucas horas despois, a raíz dun principio de motín a bordo, decateime que non era nin un ‘condottiero’ nin un revolucionario profesional. Enfrontouse sen armas a unha moitedume enfurecida e dominouna coas palabras. Pero dun xeito raro: sen demagoxia, sen ameazas, cunha estraña calor humana. Os tripulantes alonxáronse avergoñados, as mulleres chorando.
Falando para un auditorio era outro. A voz gañaba modulacións magnéticas, os ollos -inmensos- irradiaban un brillo líquido, o corpo adelgazábase e a súa calidade esquelética facíano aínda máis impresionante. A frialdade lacónica cedíalle o paso á paixón, a unha violencia sen agresividade, á tenrura e a unha oratoria torrencial. Gardei a imaxe dun quixote cordo, que por veces fundíase cun santo de Zurbarán.
A madrugada cachounos falando. Quería chegar a África, sublevar a Guinea Española e saír de alí para Angola. A bordo había 24 guerreiros portugueses e españois, unha tripulación rencorosa e 600 pasaxeiros na fronteira da desesperación.
Enviámoslle proclamas revolucionarias ó pobo portugués. Henrique Galvao (unha figura senil e famenta de publicidade) asinaba entón todo o que lle pediamos. O verdadeiro comandante, o autor dos plans, o executor real do secuestro do transatlántico, rebautizado por nós, ‘Santa Libertade’, tiña sido Junqueira de Ambía. Pola radio axitabamos as bandeiras da reforma agraria, da revolución socialista, como se estivésemos en Portugal e foramos a avanzada dun exército de liberación.
A fascinación que exercía aquel home era tal que, malia a fraxilidade das súas análises e o feito de que as súas esperanzas tiñan alicerce en hipóteses, eu non era quen de opor contra o seu entusiasmo, neses días de febreiro, o peso dunha lóxica elemental. A presencia da armada americana, as bocas negras dos canóns, a nosa ergueita dignidade durante o diálogo cos “yanquis”, a entrevista co almirante que simbolizaba ó imperialismo aliado de Franco e Salazar, o mar azul, os telegramas que chegaban dende os países socialistas, todo contribuía a alongar o ensoño. ¡Non era noso o gran buque, nin era real o escenario!.
Ó mirar cara atrás, hoxe, non me arrepinto da aventura: no “Santa María” quedei curado para sempre –co desenlace melancólico- da enfermidade infantil do esquerdismo.
Creo que nunca, coma neses días, Pepe Velo estivo tan preto da felicidade relativa á que podía aspirar. E, sen embargo, a acción non foi xamais para el unha meta existencial.
Morreu hai poucas semanas (1972). En Brasil, esquecido. A familia e media ducia de amigos íntimos soterrámolo envolto na bandeira da Galicia Libre –como desexaba- nun día neboento e triste. Tiña 56 anos e 23 de exilio”.
Quise llegar aquí, en este relato apurado sobre tan significado socio iniciático de esta Hermandad, para explicar que, aunque desde que fui invitado siempre consideré que recuperar la figura de Pepe Velo, aquí en Caracas, con motivo de su centenario, debía ser la auténtica razón de ser y estar yo ahora en este escenario; desde que llegué el pasado jueves a Caracas, fueron tantas las sensaciones que experimenté y tal el torrente de información recibida sobre la, para mí desconocida sociedad venezolana actual (por más que me tengo por un lector atento a la actualidad de Venezuela), que se me generaron un montón de dudas, llegando incluso a plantearme la posibilidad de hablar exclusivamente de esas sensaciones tan fuertes para un europeo acomodaticio, sobre la situación social que vive este país y que, como ya he dicho, trataré de transformar en un diario –“Trece días en Caracas”- cuando llegue allá.
Pero, al ir recibiendo información de unos y otros –con Carola, Alfredo y Patricia al frente- sobre el acontecer cotidiano del país y, en suma, de esta ciudad, y retroalimentar conceptos como “racionamiento”, carencia de alimentos, colas, robos, hambre y más, no pude menos que acordarme de aquellos tiempos presididos por el “‘alegre’ juego de las sopas quemadas de harina de maíz y las pinzas de madera” y retomar la figura de Pepe Velo, porque la emigración –como la historia, también lo dije al principio- es un complejo camino de ida y vuelta que en el caso de José Antonio Manuel Velo Mosquera –que así se llamaba en realidad- no tuvo retorno, pese a que después de una vida tan dolorosa y trágica, dedicó su último poema a la esperanza:

“De onde me ven o folgo

para cantar tanta espranza ...

 

                Ai! o ámbito propicio

Ai! a excitada labranza
Ai! a semente no sulco
endexamais devorada
e as oportunas regas
e a graza da poupanza.

Ai! a terra, eterna virxe

milenios a deflorala.

Ai! a colleita pra todos

a matar tódalas fames ...
E os soños sen pesadelo
Ai ¡o soñar acordado!.

Inercia de quen vai indo
graza eterna de ir chegando

Malia quen endexamais algo dera.
Malia quen sen consolar chorara.
Malia quen para chegar espera.
Malia quen para viver matara.

Pois que preguntas, xa sabes
de donde me ven o folgo
para cantar miña espranza:
da visón do futuro 
anque sempre se chega,
endexamais se alcanza”.

Y con esa misma esperanza con la que se fue Pepe Velo, es con la que yo deseo ponerle punto final a este camino de ida y vuelta por el que nos mueve a todos la historia. De ahí que, en vez de haberla ilustrado con todas las imágenes que guardo en mi archivo sobre la biografía de Pepe Velo, o con los ya cientos de imágenes que yo mismo llevo captadas con mi propia cámara fotográfica a lo largo de estos cinco días en Caracas, al final quise ilustrarla con esta fotografía que ha presidido toda mi intervención y que, evidentemente no es la de Pepe Velo.
Es una imagen que tuve ocasión de lograr el pasado viernes en una visita guiada al edificio de la Municipalidad de Caracas, en la Plaza de Bolivar, en la que tuve oportunidad de participar.
Era una chica que también asistía a la visita y que, al igual que yo, estaba tirando fotografías por aquí y por allá con una cámara semejante a la mía. En un momento dado, abrí el zoom, la enfoqué y de entre el desenfoque de la otra gente, emergió esta bella imagen de mirada joven, serena y hermosa en la que sin querer creo haber logrado representar el futuro que -de entre el grave desenfoque de la actualidad- acabará surgiendo en este país.
Un país joven y hermoso, que pueden estar completamente seguros de que, más pronto que tarde, volverá a lograr remontar un vuelo que un solo hombre –por más inmortal que se crea- jamás logrará cercenar.
Muchas Gracias.